El uruguayo Alex Piperno –egresado de la FUC y un habitual del puente aéreo entre Buenos Aires y Montevideo– llega al largometraje luego de una fecunda y elogiada carrera en el universo del cortometraje, con títulos como La inviolabilidad del domicilio se basa en el hombre que aparece empuñando un hacha en la puerta de su casa o Lloren la locura perdida de estos campos. Su ópera prima –estrenada en la sección Forum de la Berlinale– mantiene, y en varios aspectos amplifica, la impronta experimental de sus breves trabajos previos con una de esas apuestas que dividirá inevitablemente al público entre aquellos irritados por la complejidad de la propuesta y muchos otros que se sentirán fascinados precisamente por lo absurdo de este universo fantástico y con caprichosas reglas propias.

El extraño mundo de Chico ventana también quisiera tener un submarino está compuesto por tres subtramas que se terminan conectando, entrecruzando y articulando de las maneras más insólitas, ya que se presentan alejadas por completo de cualquier tipo de realismo. Por un lado, el “Chico Ventana” (Daniel Quiroga) es un marinero de bajo escalafón en un barco que realiza cruceros turísticos por la Patagonia. Luego, Elsa (Inés Bortagaray) es una mujer solitaria que vive en un departamento de clase media en Montevideo. Y, por último, Noli (Noli Tobol) forma parte de un grupo de campesinos filipinos que debe lidiar con la naturaleza salvaje, las tradiciones y los espíritus de su tierra.

Es casi inevitable apreciar en este onírico y estimulante primer largometraje de Piperno las conexiones con el cine de Apichatpong Weerasethakul o Tsai Ming-liang, pero no por eso se trata de una película meramente derivativa o emuladora. Chico ventana también quisiera tener un submarino es un film laberíntico, ambulante, de búsquedas y encuentros fortuitos. Y, más allá de algunos lugares comunes (Piperno no cede a la tentación de destripar un animal en primer plano), construye un mundo con puertas (reales, espirituales, filosóficas) entre mundos aparentemente opuestos e irreconciliables. Junglas y ciudades, barcos y departamentos, Oriente y Occidente… El cine en su apuesta más audaz y con sus espíritu más lúdico.