Echando mano de uno de los rasgos característicos del mejor cine coreano del último par de décadas –la hibridación de géneros–, El extraño (The Wailing) entrecruza con garbo los códigos del thriller rural, el terror satánico y el drama familiar más hiperbólico para cavar un pozo más brutal y más nihilista que el de sus ilustres referentes. La nueva película del surcoreano Na Hong-jin (autor de films de culto instantáneo como The Chaser o The Yellow Sea) remite inicialmente a la prodigiosa Memories of Murder del también coreano Bong Joon-ho, con un policía más bien palurdo que intenta resolver un caso de homicidio que le viene grande tanto por su complejidad como por el nivel de barbarie.

Pronto, la trama criminal, punteada desde el inicio con gozosas pinceladas satíricas, revela un sustrato esotérico que conecta de forma bastante directa con la truculencia (de cuerpos descoyuntados e imaginería cristiana) de la mítica El exorcista. Una apuesta por el terror más expresivo que se ve condimentada por un lúdico y generoso desfile de pintorescas encarnaciones del mal. La película parece tocar techo en una trepidante y prolongada persecución por calles, carreteras y bosques (bajo sol, lluvia y suficientes chorros y vómitos de sangre para contentar a los fans de Quentin Tarantino o Sam Raimi). Sin embargo, lo más interesante está todavía por llegar.

En una apuesta de alto riesgo narrativo, el último tercio de película funciona como un laberinto en el que las piezas del rompecabezas no parecen encajar del todo. La lógica nos podría llevar a pensar en un director incapaz de resolver un exceso de subtramas y personajes; sin embargo, el grado de fantasía y absurdo que conquista la extenuante y magnética El extraño acaba hallando un sentido en su negativa a formular un motivo razonable para el macabro viacrucis del protagonista. Las posibles razones para una venganza se ven nubladas por un críptico choque de fuerzas malignas en el que resuenan los ecos de la ocupación de Corea a manos de Japón durante la primera mitad del siglo XX. Así, sin motivaciones evidentes, sin explicaciones que puedan mitigar la desesperación, el horror que termina dibujando El extraño resulta definitivamente infernal.