Algunos apuntes de Gonzalo de Pedro Amatria a partir de una proyección de Las mil y una noches: Vol.2, El desolado en el Festival de Cannes, el 19 de mayo 2015.

Llega quien esto firma al segundo volumen de la trilogía que el portugués Miguel Gomes presenta en la Quincena de Realizadores de Cannes con dos ruidos inevitables en la cabeza: uno es interno, fruto de la evidente limitación que supone ver una segunda parte sin haber podido ver la primera; el otro es externo, y corresponde a la ola crítica que había encumbrado la película ya antes de verla, y mucho más tras la proyección de la primera parte, Las mil y una noches: Vol.1, El inquieto. Así que el texto que sigue, breve, muy lejos de aspirar a ser una crítica, son solo unas notas tomadas al vuelo en diálogo con esos dos ruidos de fondo:

1. Miguel Gomes sale al escenario de la Quincena enarbolando una bandera del Benfica con la leyenda “Ganadores”, y una camiseta de Uncle Boonmee Who Can Recall his Pasts Lives, la película de Apichatpong Weerasethakul ganadora de la Palma de Oro de Cannes en 2010. Una mezcla perfecta de lo que luego ofrecerá la película: referentes cinéfilos y cultura popular, mitos, leyendas, relatos breves, e inspiración fantástica, y el arte como aglutinador de voluntades colectivas.

2. Partiendo de la estructura coral y literaria de Las mil y una noches, y alejándose del registro más documental del primer volumen, O desolado es un ejercicio de ficción que navega entre lo fantástico, lo popular, lo literario y lo fragmentario. Una película de entradas y salidas, bellamente imperfecta, y con la capacidad de detonar el humor y la reflexión política sin caer en lo banal.

3. De todos los relatos en que se divide este segundo volumen, el que resuena con más fuerza en el interior de la película es el que tiene como protagonista un bloque entero de edificios en un barrio de las afueras de alguna ciudad portuguesa: un lugar empobrecido por las políticas de austeridad en el que se juntan, un piso encima del otro, uno al lado del otro, personajes muy diversos, que Gomes va enlazando a través de la figura del perro Dixie, reencarnación de un perro que vivió anteriormente en ese mismo bloque. Es ahí cuando la película se vuelca definitivamente en lo coral y colectivo, cuando se empieza a comprender el anclaje profundo de esta obra con una realidad que va más allá de lo cinematográfico, y que sin embargo encuentra en las imágenes una forma de auto-expresión sublimada.

4. Parece claro que As mil e una noites es la película que el cine del sur de Europa necesitaba hacer, la película que podría haber sido española, italiana, griega, y que es portuguesa, quizás porque son ellos quienes mejor entienden el valor de la cultura, no como mercancía o industria, sino como expresión de un sentir colectivo, una identidad arrasada. Lo que apunta la película es ese doble sentimiento de un pueblo aniquilado, aplastado, humillado, que encuentra en la fantasía de un perro reencarnado, en el agujero por el que espiar el sexo de los vecinos, en la figura de un fuera de la ley, la vía para reencontrarse con su propia imagen y aquellos que habitan unos con otros.