Alba Cros (directora de Les amigues de l’Àgata): Born in Flames (1983), de Lizzie Borden

Albert Alcoz (director de Espectro cromático): Overland (2016), de James Edmonds. A lo largo de 22 minutos, Edmonds traza un recorrido autobiográfico en soporte fotoquímico. Estructurada a modo de collage visual y acústico, la película expresa una curiosidad introvertida por la búsqueda de la experiencia vital. Es un diario de capturas filmadas silenciosamente a lo largo de un año. Edmonds, cineasta y programador, artífice de las proyecciones Light Movement, registra frenéticamente su día a día, resolviendo el metraje con un montaje meticuloso. Al documentar en primera persona cómo relacionarse con el mundo, el film revela impresiones enigmáticas indudablemente inefables.

Adrián Orr (Niñato): Sieranevada, de Cristi Puiu. Por su magnífica apuesta por filmar con una aparente sencillez la complejidad de las relaciones familiares y conseguir trascender lo cotidiano.

Ana Serret (La fiesta de los otros): En cuerpo y alma, de Ildikó Enyedi.

Anna Petrus (Bohèmia): Estiu 1993, de Carla Simón. Por la inusual honestidad de la mirada de su directora, su generosidad a la hora de enfrentarse a las emociones de sus personajes y su capacidad para elevar al más alto rango artístico algunas expresiones de la cultura popular catalana.

Andrés Duque (Oleg y las raras artes): Les Désoeuvrés (1959), de René Bail ha sido mi descubrimiento del año. Sorprende que una película de tan alto nivel artístico no haya sido exhibida nunca fuera de su país, hasta este año que pudimos verla en DocLisboa. Ama-San (2016), de Claudia Verejão: Los rituales de una comunidad de mujeres buceadoras en Japón se nos hacen tan vitales que no queremos nunca dejarlas ir. También ha sido una experiencia intensa y gratificante Twin Peaks: The Return, de Mark Frost y David Lynch.

Andrés Goteira (Dhogs): A Ghost Story, de David Lowery. Salí del cine con no muy buenas sensaciones, la expectativa era alta… Hoy, dos meses después, ese fantasma todavía me mira. Retumban las paredes… Se ha quedado en mis profundidades, esas son las películas que me marcan, las que adoro.

Ángel Santos (Las altas presiones): Las tres películas que Hong Sang-soo ha estrenado en 2018: En la playa sola de noche, The Day After y Claire’s Camera.

Borja Cobeaga (Fe de etarras): Z. La ciudad perdida, de James Gray. No ha sido un año con películas que me hayan arrebatado del todo pero sí que hay propuestas interesantes como Crudo, de Julia Ducournau, Loving, de Jeff Nichols, o Toni Erdmann, de Maren Ade. Z. La ciudad perdida no es la mejor película de James Gray pero contiene todas sus virtudes como director: un clasicismo muy moderno, convicción como cineasta en todo lo que cuenta y sobre todo un lenguaje, tono y ritmo esencialmente cinematográfico. Tiene algo que jamás verás en una serie de televisión, quiero decir. Aunque de Twin Peaks: The Return, de Mark Frost y David Lynch, ha sido mejor que cualquier película estrenada en cine. No sé, vivimos tiempos confusos.

Carla Andrade (El paisaje está vacío y el vacío es paisaje): People Pebble, de Jivko Darakchiev.

Carla Simón (Estiu 1993): Western, de Valeska Grisebach. Por la profundidad y emoción que transmiten sus personajes masculinos; por la verdad que expresan los rostros de estos no-actores que se relacionan de manera dura y tierna a la vez; por hablar de una Europa contemporánea y de sus enormes desigualdades desde un punto de vista humano y existencial.

Carla Subirana (Volar): Estiu 1993, de Carla Simón. Un film valiente, inteligente y único. Simón consigue condensar la complejidad del duelo infantil de forma aparentemente sencilla, encontrando el difícil equilibrio entre las convenciones de la ficción narrativa y las estrategias de la improvisación actoral. A través de la profunda mirada de Frida, la película avanza envuelta entre la sutileza y delicadeza de los detalles, explorando en lo más hondo de un alma herida por la ausencia de la madre. Belleza y terror se sumergen en las aguas de ese baño en el verano de 1993 tiñéndola de humanidad.

Carlo Padial (Algo muy gordo): Mi película favorita del año es Twin Peaks: The Return, de Mark Frost y David Lynch, claro. También, Song to Song, de Terrence Malick, y Good Time, de Ben y Joshua Safdie. Split, de M. Night Shyamalan, y Déjame salir, de Jordan Peele. Da Suisa, de Venga Monjas. La cuarta temporada de Nathan for you. Y Algo muy gordo! (risas). Imposible quedarme con una sola de estas películas/series o vídeos online. No hay barreras ni línea de corte. Todas son inspiradoras, y te ponen contento, de formas muy diferentes.

Carlos Balbuena (Cenizas): Ecoréu, 24 d’ avientu de 1937, de Ramón Lluís Bande. Me cuesta mucho hablar de las películas de Bande por separado, como si fuesen obras aisladas. El cine del asturiano, todo, es tan sencillo como riguroso, tan inhóspito como emocionante. Justo y militante. Empeñado en reconstruir los escombros desperdigados de la memoria, Bande utiliza el respeto y el pudor casi como gestos políticos, plasmados en una puesta en escena que juega con dos elementos esenciales: el tiempo (de los planos) y la distancia (de la cámara).

Carlos Marqués-Marcet (Tierra firme): El otro lado de la esperanza, de Aki Kaurismäki. ¡Viva la ternura y la mala leche reunidas!

Chema García Ibarra (La disco resplandece): Martin Pleure, de Jonathan Vinel. Mientras se movía por su partida de Grand Theft Auto V, Jonathan vio ocasionalmente destellos de belleza.

Clara Roquet (El adiós): Estiu 1993, de Carla Simón. Una de las películas más luminosas, honestas y valientes que he visto en mucho tiempo.

Daniel V. Villamediana (Cábala caníbal): Twin Peaks: The Return, de Mark Forst y David Lynch, y Memories of the Eichmann Trial (1979), de David Perlov.

David Arratibel (Converso): Historias extraordinarias (2008), de Mariano Llinás, y La deuxieme nuit, de Eric Pauwels. Quizá esté yo especialmente sensibilizado con el tema de las conversaciones que quedaron pendientes con personas que murieron, pero la película de Pauwels me conmovió profundamente. En lo formal, me parece un delicado collage poético donde texto e imagen dialogan de forma magistral.

Diana Toucedo (Trinta lumes): A Fábrica de Nada, de Pedro Pinho. Por la fuerza con la que han retratado los últimos destellos de la resistencia obrera y la maestría en el uso expresivo y sensorial del lenguaje cinematográfico.

Elena Martín (Júlia Ist): Ana, mon amour de Calin Peter Netzer, porque aunque tenga cosas a comentar sobre ella, es una de estas películas que me permiten mirarme más adentro. Y Synecdoche New York de Charlie Kaufan, que he visto este año por primera vez y ha jugado sin piedad con mi cabeza.

Eloy Domínguez Serén (No Cow on the Ice): Railway Sleepers, de Sompot Chidgasornpongse. Es un film hermosísimo, profundamente humano y brillantemente filmado, de un lirismo hechizante, que me asombró y conmovió cuando lo vi en el Forum de la Berlinale. Soy un apasionado del tren y cada año paso decenas de horas en asientos ventana y vagones cafetería. Hay pocas cosas me produzcan más placer que perder la vista en esos paisajes fugaces y difuminados. El recuerdo de esta película, deslumbrante y generosa, me ha acompañado en muchos de mis viajes posteriores.

Eloy Enciso (Arraianos): Cocote, de Nelson Carlo de los Santos.

Fernando Franco (Morir): La vida de Calabacín, de Claude Barras.

Gabriel Azorín (Los mutantes): El auge del humano, de Teddy Williams, y Walden (1969), de Jonas Mekas. Porque ambas han marcado mi cinefilia y la de mis amigos de una manera tan profunda y romántica como aquellas películas que, con 18 años, descubrimos haciendo maratones nocturnos en la sala de la tele del colegio mayor.

Gonzalo García Pelayo (Todo es de color): Stefan Zweig: Adiós a Europa, de María Schrader.

Guillermo G. Peydró (La ciudad del trabajo): La deuxieme nuit, de Eric Pauwels. Conclusión de su imprescindible “trilogía de la cabaña”, un ensayo sobre el cine y la muerte, sobre cómo poner en imágenes el dolor de perder a una madre.

Helena Girón (Plus Ultra): On Generation and Corruption, de Makino Takashi.

Ingrid Guardiola (Casa de nadie): Detroit, de Kathryn Bigelow. Por saber hacer un retrato de la crueldad humana y ponerlo al servicio del compromiso histórico y político, por el preciosismo estético, por la manera en que actualiza la historia y por una magistral dirección llena de riesgos (recurso a pocos espacios, comprensión temporal, intensidad dramática, angustia narrativa…).

J.A. Bayona (Un monstruo viene a verme): Tierra de Dios de Francis Lee y Z. La ciudad perdida, de James Gray. Dos películas que exploran la tierra para cuestionar la figura del hombre.

Jorge Suárez-Quiñones Rivas (Amijima): Mis películas favoritas de 2017 han sido películas por capítulos: On the Beach at Night Alone (Hong Sang-soo), La Flor (Primera parte) (Mariano Llinás), Twin Peaks: The Return (Mark Frost y David Lynch) y Resonancias (42 películas de Helga Fanderl en un programa doble diseñado por la propia cineasta y proyectadas por ella misma en el contexto del (S8) Mostra de Cinema Periférico).

Jorge Tur Moltó (Dime quién era Sanchicorrota): Señorita María, la falda de la montaña, de Rubén Mendoza. Por su afectuoso retrato de un personaje fuerte, alejado del patetismo y la victimización que tanto se usa en el cine documental para ganarse al público.

Juan Barrero (La jungla interior): El otro lado de la esperanza, de Aki Kaurismaki, y Todo comenzó por el fin, de Luis Ospina. Dos trincheras contra el derrotismo.

Juan Cavestany (Esa sensación): La película extranjera que más me ha gustado ha sido Dunkerque, de Chistopher Nolan, y de las españolas, Handia, de Jon Garaño y Aitor Arregi. En ambas se respira algo enorme y atemporal, hacen de la sala de cine un lugar misterioso y sagrado.

Julián Génisson (Esa sensación): Brawl in Cell Block 99, de S. Craig Zahler. Cárceles hiperbólicas, puños de fantasía y cabezas abiertas a pisotones. No me lo había pasado tan bien desde Riki-Oh: The Story of Ricky (y el crío del guante verde de Twin Peaks: The Return, de Mark Frost y David Lynch). Hay una parte de mí que solo quiere ver picar carne.

Laia Alabart (Les amigues de l’Àgata): Estiu 1993, de Carla Simón.

Laura Ferrés (Los desheredados): Casting JonBenet, de Kitty Green. Es la propuesta más original en cuanto a tema y forma que he visto en mucho tiempo.

Laura Rius (Les amigues de l’Àgata): Argent Amer, de Wang Bing.

Leire Apellaniz (El último verano): Improvisaciones de una ardilla, de Virginia García del Pino. Las reflexiones improvisadas del filósofo Josep María Esquirol sobre las imágenes tomadas y montadas por Virginia García del Pino sobre la clase política española contemporánea se combinan como una bomba de lucidez, humanidad, profundidad y sencillez. Absolutamente necesario.

Lluís Galter (La substància): Estiu 1993, de Carla Simón.

Luis López Carrasco (Aliens): Blade Runner 2049 (Denis Villeneuve): Pensaba encontrar una reformulación funcional como Prometheus o El despertar de la fuerza, o alguna solemnidad baldía como La llegada, pero encontré una propuesta más ambiciosa, densa y arriesgada de lo habitual para un blockbuster. La película me cautivó primero desde el espectador adolescente que fui, marcado por la experiencia que supuso ver Ghost in the Shell en 1996, película con la que el film de Villeneuve dialoga preferentemente; con la Blade Runner original, se relaciona de manera ambigua y juguetona. Una vez hipnotizado, la película me siguió sorprendiendo por condensar un discurso elaborado sobre la devastación laboral, las cenizas de la cultura del simulacro y la mercantilización salvaje del cuerpo femenino.

Manuel Fernández-Valdés (Angélica [una tragedia]): El otro lado de la esperanza, de Aki Kaurismäki. Lo más cerca de Ozu que podemos estar.

Manuel Muñoz Rivas (El mar nos mira de lejos): Lo que más me ha conmovido este año en una sala de cine es Ana (1985) de Antonio Reis y Margarita Cordeiro, proyectada como parte de la retrospectiva que les dedicaron en el Festival de Sevilla.

María Cañas (Expo Lio 92’): Mater amatísima de María Ruido. Porque ser madre está sobrevalorado, todas las familias son psicóticas y de la piel “padentro” mando yo.

María Pérez Sanz (Malpartida Fluxus Village): La seducción de Sofia Coppola.

Marta Verheyen (Les amigues de l’Àgata): Twin Peaks: The Return, de Mark Frost y David Lynch.

Mauro Herce (Dead Slow Ahead): Meteors, de Gürcan Keltek, y el descubrimiento de On the bowery (1956), de Lionel Rogosin.

Miguel A. Blanca (Quiero lo eterno): El perdut, de Christophe Farnarier.

Míguel Ángel Pérez Blanco (Europa): La seducción (Sofia Coppola): En Las vírgenes suicidas, Coppola retrató una juventud errante cuya actitud se justificaba en su propio deseo colectivo de encontrar el hogar definitivo. La seducción comienza en un bosque con una muchacha de vuelta a casa y desconcertada entre la bruma. La amenaza de la Guerra, en fuera de campo, se resuelve mediante continuas elipsis y juegos de espacio-tiempo que nos hacen perder la noción del conjunto. La seducción es la fantasía de un hogar, o el cine como una proyección de nuestros deseos. Como decía Nicholas Ray, “nunca volveremos a casa”. Por eso resulta tan emocionante que existan cineastas como Sofia Coppola, y que una película como La seducción exista para que podamos compartirla.

Miguel López Beraza (With All Our Cameras): A Fábrica de Nada, de Pedro Pinho. Se mueve con ingenio entre realidad y ficción; gran dirección de actores.

Montxo Armendáriz: Sin amor (Loveles), de Andrey Zvyagintsev. Una historia aparentemente simple que conjuga a la perfección el fondo y la forma de lo que cuenta, para acabar reflejando el profundo individualismo y la deshumanización del mundo que nos rodea.

Natalia Marín (New Madrid): El sacrificio de un ciervo sagrado de Yorgos Lanthimos y la larguísima secuencia del coche, con Laura y Cooper, del último capítulo de Twin Peaks: The Return, de Mark Frost y David Lynch.

Nila Núñez (Lo que dirán): The distant barking of dogs (Simon Lereng Wilmont). El director y el equipo de este documental han conseguido acercarse a los personajes y hacer que todo transcurra como si no estuvieran allí. Un diez para el guion, la dirección de fotografía, el sonido, el montaje… todo.

Pablo Hernando (Berserker): El capítulo 8 de Twin Peaks: The Return, de Mark Frost y Davd Lynch.

Pedro Aguilera (Demonios tus ojos): The Woman Who Left, de Lav Díaz.

Pedro Almodóvar: Call Me by Your Name de Luca Guadagnino. Todo es bonito, atractivo, deseable y emocionante en esta película. Los chicos, las chicas, los desayunos, la fruta, los cigarrillos, las albercas, las bicicletas, los bailes al aire libre, los 80, las dudas y la entrega de los protagonistas, la sinceridad de todos los personajes, la relación del protagonista con sus padres. La apuesta de los autores (André Aciman, James Ivory y Luca Guadagino) por la pasión de los sentidos. La luz del norte de Italia y muy especialmente Thimotée Chalamet, la gran revelación del año.

Ramón Lluís Bande (Vida vaquera): Meteors, Gürkan Keltek. Ejemplo de cine político fuertemente comprometido con el desarrollo de los lenguajes de la no ficción. Frente al silencio vergonzante de los medios de comunicación sobre la situación del pueblo kurdo en Turquía, cine con conciencia de alto valor artístico.

Rubén García López (Tres caminos a Cádiz): Me gusta bailar pero no en el aire, de Julius Richard. Western lisérgico, telúrico y elemental, obra mayor de un cineasta mayor (y demasiado desconocido).

Samuel Alarcón (Oscuro y Lucientes): El futuro perfecto, de Nele Wholatz. Por su inteligente dispositivo para hablar de la integración social a través del estudio de una lengua.

Samuel M. Delgado (Plus Ultra): Cocote, de Nelson Carlo de los Santos Arias. Rabia caribeña.

Santos Díaz (A liña política): Claire´s Camera, de Hong Sang-soo. Me gusta pensar en Hong como en uno de esos viejos artesanos del cine que, incansables, hacían un filme tras otro, dejando la impronta de su puesta en escena de una manera cada vez más libre, instintiva y sólida. En 2017 el cineasta coreano encadena tres películas que podrían ser mi favorita del año o de la vida (siempre habrá tiempo para rectificar nuestras euforias). Escojo Claire´s Camera porque me dejó conmovido a nivel humano y fascinado a nivel cinematográfico. Con la ligereza del pintor cuyo trazo concreta el gesto de toda un vida, Hong despliega una confluencia de puntos de vista, tiempos narrativos y niveles de comunicación que revela algo que parece sencillo, pero que sigue siendo lo más complicado y ansiado de la expresión artística: la condición humana.

Sergi Pérez (El camí més llarg per tornar a casa): Certain Women, de Kelly Reichardt. El nivel de sutileza e inteligencia para mostrar la tesis de las tres historias es, en la realización de Reichardt, cada vez más sofisticada. La mujer en el mundo de los hombres. Tal vez la tercera historia sea la más poderosa a mi entender, por las dos actrices, por los lugares, por el caballo y ese paseo, y por la extrañeza de esa atmósfera tan de relato corto norteamericano, tan Carver. Para mí, una de las imágenes del año es esa pick-up saliéndose de la carretera, lentamente.

Velasco Broca (Nuestra amiga la luna): Twin Peaks: The Return, de Mark Frost y David Lynch. Porque es algo nuevo hasta para Lynch.

Virginia García del Pino (Improvisaciones de una ardilla): Did you wonder who fired the gun?, de Travis Wilkerson. Porque es vanguardista pero narrativa y misteriosa a la vez.

Xacio Baño (Eco): 120 pulsaciones por minuto, de Robin Campillo.

Xurxo Chirro (Carta a Herzog): Western, de Valeska Grisenbach. Transposición del género clásico norteamericano a la actual Europa del Este incorporando de manera eficaz las tensiones del pasado y del presente sustentadas en el rostro pétreo del actor Meinhard Neumann.